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    Roberto Morales Ayala

    Zona Franca

    Todo tiene un precio en la vida. La pirotécnica bipolaridad del alcalde de Coatzacoalcos, Marcos Theurel Cotero, ya cobra el suyo. No sólo es ignorado —y con placer ninguneado— por el gobernador Javier Duarte de Ochoa, sino ahora también por muchos de los representantes de su pueblo que, de esta manera, se cobran las afrentas.
    Si Theurel ha insultado en reuniones públicas a su propia esposa, a la que promueve con cuantiosos recursos del erario para candidata a la Presidencia Municipal, callándola groseramente frente a extraños, qué no más a quienes ni de su familia son. No mide consecuencias.
    La política tiene una cara falsa: En ella, apostemos, no tardarán en pregonar que no hay tal desprecio, que los une la camaradería y el amor, pero en la cara real los porteños han sido testigos de que en los últimos meses, el gobernador no asiste a los eventos a los que lo invita el alcalde y, con ácida perversidad, envía a representantes que provocan urticaria al alcalde de Coatzacoalcos.
    Casos recientes son la Expo Feria, donde lo representó un funcionario de tercer nivel; la Noche del Grito, a la que asistió Marcelo Montiel Montiel por órdenes del mandatario, y el de la reunión de Seguridad que fue convocada, apenas el pasado sábado 6 de los corrientes, por el Consejo Coordinador Empresarial y a la que acudió el secretario de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón, en representación de Duarte de Ochoa, y el secretario de Seguridad, Arturo Bermúdez Zurita, pero en la que para nada fue tomado en cuenta el alcalde de Coatzacoalcos.
    Si en la Noche del Grito, Theurel Cotero gozó maltratando a su padre político, a su creador, la tarde de este sábado rabiaba su desgracia, con la cara roja como un tomate, el puño apretando el dispositivo electrónico como si quisiera triturarlo y escribiendo con el dedo índice, como si quisiera que su dedo estuviera apuñalando a quienes lo desprecian, reclamaba en su mensaje el por qué no se le había tomado en cuenta, el por qué no se le había invitado.
    El destinatario del mensaje, Gerardo Buganza, quién sabe qué actitud habría tomado. Quizá lo ignoró, quizá lo informó a su jefe, el gobernador. Quizá lo habrá comentado con los convocantes del evento en el que, según sus propias palabras, se habló de la seguridad, y de temas como el de desarrollo social y económico, pero en el que —todos fuimos testigos— nadie dio importancia a la presencia del munícipe.
    La bipolaridad del alcalde es una bomba de tiempo. O acude a un buen psicoterapeuta que le ayude a calmar sus neurosis o habrá mucho que lamentar.
    Ninguneado, mejor aún para quienes ha agraviado, burlado, Marcos Theurel es de los políticos de soberbia larga y memoria corta. Quiso ser el personaje central en esa encerrona de los empresarios con Buganza y con el diputado federal Joaquín Caballero Rosiñol, en el hotel Terranova, olvidando que a todos los ha hecho víctimas de sus arrebatos y sus venenosos desenfrenos.
    Al líder del Consejo Coordinador Empresarial, Enoch Castellanos Férez, lo llamó hace poco, públicamente, “La Chimoltrufia” porque un día exigió que se le pagara a los proveedores municipales, a quienes se les debían grandes cantidades y no había cómo agilizar los saldos, y después dijo que entendía la situación difícil por la que atravesaba el ayuntamiento de Coatzacoalcos.
    Theurel, con esa malsana víscera que no puede ocultar, lo injurió públicamente. Pero no quedó en anécdota el episodio. Recientemente, durante una comida de alto nivel, teniendo a la distancia a Enoch Castellanos, le volvió a recetar la grosería. Pidió a los músicos una pieza especial, con dedicatoria para el líder de los empresarios locales: “La Chimoltrufia”, provocando el malestar de muchos, a quienes el alcalde observaba con la soberbia que le caracteriza.
    Otro de los destinatarios de los arrebatos pasionales del alcalde Marcos Theurel, es el diputado federal Joaquín Caballero, a quien saboteó en campaña y el día de la elecciones, aunque por su escasa capacidad para operar en colonias, no pudo evitar que ganara la elección.
    Su escasa visión —algunos dicen que no es miopía sino ceguera— lo hacen el protagonista de múltiples desplantes y, sobre todo, de decisiones motivadas por su bipolaridad, por su acelerado cerebro y su falta de tacto para conducirse con la investidura que tiene, o debe tener, un presidente municipal.
    La más reciente grosería a Joaquín Caballero Rosiñol ocurrió el día que puso en funcionamiento la casa de gestoría, desde la cual recibiría las peticiones de la ciudadanía para ser analizadas y tratadas en su carácter de diputado federal. Theurel y su inseparable esposa, doña Lupita Félix, fueron los grandes ausentes, signo de que la diputación de Caballero es una prueba no superada por el alcalde de Coatzacoalcos.
    Por cubrir las formas, por tacto, por diplomacia, Theurel debió aplicar aquella máxima que indica que la política es el arte de tragar mierda sin hacer gestos y hasta sonreír.
    Theurel ha desatado campañas públicas sobre Caballero Rosiñol, en parte porque representa un enemigo potencial hacia sus planes de convertir a su esposa Lupita Félix en alcaldesa de Coatzacoalcos, y en parte también porque el hoy diputado es el candidato potencial de Marcelo Montiel. Eso lo ha llevado a financiar ataques, sin reparar en que Caballero llegó a diputado con la venia del gobernador Javier Duarte.
    Suena absurdo que ahora se ofenda con que se le haya marginado de una reunión entre los secretarios de Gobierno y Seguridad Pública, Gerardo Buganza y Arturo Bermúdez Zurita, con los líderes empresariales más importantes de Coatzacoalcos, cuando ha sido Theurel quien los ha marginado, quien los ninguneado y quien, peor aún, los ha ofendido con sus altanerías, producto del falso enfoque que tiene del poder y su nula concepción de lo que es un servidor público.
    Puede haber montado en cólera, puede haberse gastado el dedo enviándole mensajes a los enviados del gobernador, puede haber mentado cien madres y puede haber enviado al infierno a los empresario, a Buganza y a Bermúdez, pero lo que tiene que asimilar, comprender o admitir, incluso con resignación, Theurel, es que la decisión de excluirlo de esa reunión ultrasecreta fue del gobernador Javier Duarte de Ochoa.
    Buganza no se manda solo; Bermúdez menos. Si la instrucción fue dejar chiflando solo al alcalde de Coatzacoalcos y no “invitarlo” a la reunión cumbre, podría obedecer a dos razones: o es por indeseable o por incapaz. Es decir, se le excluyó a petición de los empresarios y de Caballero, a quienes se las debía y éstos se la cobraron, o por ser un político inútil para los temas de seguridad, poco confiable, falto de palabra, difícil de cumplir aquello con lo que se compromete. O simplemente porque el gobernador de Veracruz le cobró tantas habladas de Theurel a sus espaldas.
    Javier Duarte rara vez viene a Coatzacoalcos. Cuando lo hace es para inaugurar obras estatales o en eventos de carácter federal, no por asuntos de tipo municipal. No le dispensa un trato amable. Cuando puede lo excluye de los eventos importantes y sólo posa la foto para no dejar, inclusive expresando alguna frase a favor de Theurel que ni el mismo gobernador cree.
    Ahora lo sintomático es que son otros personajes, en este caso los empresarios y el mismo Joaquín Caballero, quienes optan por reunirse con funcionarios estatales, pero sin la presencia del hipersensible Marcos Theurel. ¿Habrá sido condición?
    Eso ocurre cuando los niveles de popularidad se arrastran por el suelo, cuando la publicidad oficial no logra engañar y cuando la sensibilidad de los gobernados dice, simple y tajantemente, “que muerda el polvo, para que se eduque”.

    (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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