Claudia Constantino
Las Crónicas del 2012
El poder del cine sobre la opinión pública es a menudo subestimado. Para muchos analistas políticos la película “La inocencia de los musulmanes” –que se encuentra en youtube- es lo que ha desatado las airadas protestas populares ante sedes diplomáticas de Estados Unidos y que ya se han extendido a más de 30 países musulmanes o que alojan importantes comunidades de esa fe.
Suman ya no menos de 20 los manifestantes muertos por la represión policiaca, sin contar a 12 nativos y extranjeros en Afganistán tras la inmolación en un autobús de una mujer bomba. También perdieron la vida en el consulado estadunidense en Bengazi el embajador de Washington en Libia y tres de sus colaboradores.
Debido a que la antes citada película insulta groseramente a Mahoma, ha conseguido que el motor del fanatismo religioso haya vuelto a andar. La libertad de expresión se extiende hasta donde propicia una grave ofensa a los sentimientos de mil 600 millones de seres humanos en oriente. No es a un hecho reciente, sino la constante a lo largo de los siglos que habría que remontar para intentar una respuesta de fondo a los enormes agravios de Occidente contra los devotos del Islam y que se remontan por lo menos a las cruzadas, atravesando por los imperios coloniales decimonónicos y llegan hasta las guerras y maniobras recolonizadoras actuales. En todo caso, la película es la gota que colmó el vaso.
No es indispensable irse tan atrás en la historia. Basta examinar los 11 años trascurrido después del 11 de septiembre de 2001. Desde esa fecha Estados Unidos y sus aliados han arrasado Afganistán, Irak y Libia, realizado operaciones militares contra zonas de Yemen, Somalia y Pakistán donde sus drones asesinan sistemáticamente a cientos de personas inocentes. Washington ha diseminado instalaciones militares y reforzado su presencia desde el Mediterráneo pasando por el golfo Pérsico y la península arábiga hasta la ex Asia central soviética, extensa área habitada en su mayor parte por personas de credo islámico. ¿Qué decir del demencial acoso a Irán? Y no nos olvidemos de la criminal agresión a través de intermediarios que libra contra Siria, a la que de la mano con los monarcas contrarrevolucionarios del golfo Pérsico ha invadido de yihadistas extranjeros cuya presencia masiva en el conflicto y despiadados ataques a civiles acaba de denunciar un panel especial de la ONU que también carga las tintas a Damasco.
Porque las cosas no son tan simples como el esquema hollywoodense. El imperialismo siempre ha tratado de apoyarse en fuerzas locales y de manipular a su favor las diferencias religiosas y étnicas de los pueblos. En su pragmatismo esquizofrénico Washington es enemigo de Al Quaeda en Pakistán y Yemen –cuyo fundador Bin Laden fue su íntimo aliado contra los soviéticos en Afganistán y luego pasó a ser su enemigo número uno hasta que lo asesinaron los Seals–, pero se va a la cama de nuevo con la red terrorista en Libia y ahora en Siria en sus planes de demolición de los estados árabes e islámicos.
Las protestas, pues, no obedecen al fanatismo religioso, por cierto no exclusivo del Islam pues igual lo hay cristiano y judío. En cuanto a la supuesta libertad de prensa y la religión, Robert Fisk le ajustó muy bien cuentas en estas páginas: “Nos damos golpes de pecho –escribió– en favor de una ‘prensa libre’: el editor de un diario neozelandés me comentó orgulloso que publicó en las páginas de su periódico la caricatura del profeta con el turbante lleno de bombas. Pero cuando le pregunté si planeaba publicar alguna caricatura de un rabino con una bomba en la cabeza la próxima vez que Israel invadiera Líbano, estuvo de acuerdo conmigo de inmediato en que eso sería antisemita”.
Obama, Clinton, sus aliados y la mafia mediática no se dan por enterados, siguen empujando el cambio de régimen, apoyando a los “rebeldes” y torpedeando la solución política, lo único que puede parar el baño de sangre en Siria. ¿De qué asombrarse? Esa “prensa libre” sigue cosechando frutos. Antier una revista francesa publicó caricaturas satíricas del profeta Mahoma. Así habrán cobrado la publicidad y vendido ejemplares. Insultos, provocaciones y acoso del gigante de la guerra, incendia la ira musulmana, para después llamarse a robados cuando les logran colar una bomba donde menos se lo esperan en venganza por las muertes diarias que causan los afanes imperialistas desbordados.
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