Raúl Abraham López Martínez*
Coyuntura Política XXI
Producto de un cuestionado proceso electoral, en el año 2006 Felipe Calderón asumió al poder sin la suficiente legitimidad para gobernar de manera democrática.
Esta falta de legitimidad, misma que se expresó en las más intensas movilizaciones sociales del México de inicios del siglo XXI, obligó al débil gobernante a tomar la decisión de aceptar el apoyo que le ofreció el gobierno de Estados Unidos y el Pentágono para frenar las manifestaciones de descontento.
Lo anterior se tradujo en la subordinación de Felipe Calderón a la política de seguridad concebida por la Casa Blanca.
Esta subordinación se materializó en dos momentos claves.1) La declaración de guerra que hizo Felipe en contra de las organizaciones dedicadas a la producción y comercialización de las drogas y; 2) la firma en el año 2007 del acuerdo entre México y Estado Unidos denominado “Iniciativa Mérida” mismo que entró en vigor en el 2008.
Con estas dos acciones, el espurio de Felipe Calderón literalmente envió al bote de la basura sus propuestas de campaña, olvidando que él mismo se había autodenominado el candidato del empleo.
En la página web de la embajada de Estado Unidos en México señala que la Iniciativa Mérida “es un programa histórico de cooperación que reconoce las responsabilidades compartidas de los Estados Unidos y México de luchar contra la violencia generada por las drogas que amenaza a los ciudadanos de ambos países.”.
Bajo estos términos, Estados Unidos ha destinado 1,600 millones de dólares para reforzar los aparatos de seguridad pública y militar del país. Manejando estos recursos para capacitación, compra de armamento y de tecnologías militares, desarrollo de infraestructura y el fortalecimiento de la militarización de la frontera norte.
En los hechos, estos 1,600 millones de dólares, se han traducido en un impresionante despliegue de intervención política y militar por parte de Estado Unidos en el territorio nacional colocando en entredicho la soberanía del país.
El resultado de esta estrategia de seguridad ha provocado un espiral de violencia con más de 60 mil asesinatos de mexicanos y mexicanas en el sexenio de Calderón.
Desde esta perspectiva, el espurio acudió a dar su último grito de independencia dirigiendo un país hundido en la violencia, un país hundido en la pobreza, un país sin democracia. Y como cereza de fin de sexenio, Felipe Calderón y su partido Acción Nacional nos dejan un país sometido al gobierno de Estado Unidos.
Esta falta de legitimidad, misma que se expresó en las más intensas movilizaciones sociales del México de inicios del siglo XXI, obligó al débil gobernante a tomar la decisión de aceptar el apoyo que le ofreció el gobierno de Estados Unidos y el Pentágono para frenar las manifestaciones de descontento.
Lo anterior se tradujo en la subordinación de Felipe Calderón a la política de seguridad concebida por la Casa Blanca.
Esta subordinación se materializó en dos momentos claves.1) La declaración de guerra que hizo Felipe en contra de las organizaciones dedicadas a la producción y comercialización de las drogas y; 2) la firma en el año 2007 del acuerdo entre México y Estado Unidos denominado “Iniciativa Mérida” mismo que entró en vigor en el 2008.
Con estas dos acciones, el espurio de Felipe Calderón literalmente envió al bote de la basura sus propuestas de campaña, olvidando que él mismo se había autodenominado el candidato del empleo.
En la página web de la embajada de Estado Unidos en México señala que la Iniciativa Mérida “es un programa histórico de cooperación que reconoce las responsabilidades compartidas de los Estados Unidos y México de luchar contra la violencia generada por las drogas que amenaza a los ciudadanos de ambos países.”.
Bajo estos términos, Estados Unidos ha destinado 1,600 millones de dólares para reforzar los aparatos de seguridad pública y militar del país. Manejando estos recursos para capacitación, compra de armamento y de tecnologías militares, desarrollo de infraestructura y el fortalecimiento de la militarización de la frontera norte.
En los hechos, estos 1,600 millones de dólares, se han traducido en un impresionante despliegue de intervención política y militar por parte de Estado Unidos en el territorio nacional colocando en entredicho la soberanía del país.
El resultado de esta estrategia de seguridad ha provocado un espiral de violencia con más de 60 mil asesinatos de mexicanos y mexicanas en el sexenio de Calderón.
Desde esta perspectiva, el espurio acudió a dar su último grito de independencia dirigiendo un país hundido en la violencia, un país hundido en la pobreza, un país sin democracia. Y como cereza de fin de sexenio, Felipe Calderón y su partido Acción Nacional nos dejan un país sometido al gobierno de Estado Unidos.
*Analista político y Director de la Revista Digital Independiente Voz Universitaria www.vozuniversitaria.org.mxraul@vozuniversitaria.org.mx facebook.com/raul.lopezmartinez @raulcronos
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