Salvador Muñoz
Los Políticos
Al parecer, el “animal print” es una moda que llegó para quedarse un buen rato…
La mujer se viste unos jeans, una blusa naranja y un saco así como zapatillas tipo “leopardo”.
¡Guapa!
Es la moda y de seguro ha de haber visto a varias damas vestirse así, selváticas, leopardezcas.
Si nos referimos a una traducción simple de “animal print”, pudiera decir que es “estampado animal” aunque lo más (ab)usado sea la imitación de piel de leopardo.
Hasta el momento, no he visto a una dama vestir como cebra, como tigre, como vacas, como jirafa, como dálmata (y no cuenta “Cruela De Vil”)…
Refiero a estos animales porque son los que tienen una piel vistosa y singular…
¿Qué es lo que hace sensacional esta moda que igual la veo en vestidos, faldas, blusas, bolsas, mascadas, abrigos, zapatillas y demás accesorios que lucen las mujeres?Le pregunto a mi mujer el porqué le gusta esta moda.
¡Por su elegancia! responde de inmediato.
Después agrega que también le parece sensual y hasta salvaje, agresivo… ¡creo que tengo una leopardo en mi casa!
Entusiasmada, me cuenta que vestir pieles era sinónimo de poder en reyes, incluso personas ostentaban éstas colgadas en paredes como una demostración de fuerza, sagacidad o valentía. En los años 40 del siglo pasado, en las damas, los abrigos de piel representaban grandeza y poder económico. Una década después, era un “must” para la mujer que quería ser “respetada” y “reconocida” por su glamour. En los 70, el “animal print” ya era popular.
Actualmente, entre las bondades de esta moda es que no requiere del sacrificio de animales para su manufactura, pues son telas de diversa naturaleza… menos de animalitos… al menos en las que usa mi mujer…
Así que no me extraña ver damas “animal print” en la plaza, en Palacio de Gobierno, en Palacio municipal, en el Congreso local (siendo Olga Lidia Robles Arévalo quien más gusta de ello) ¡y hasta en la misma Iglesia!
Pero no, lector, no… quítese de su mente a un sacerdote o monja con hábitos de leopardo, no… me refiero a los feligreses (¿o “feligresas”?) que acuden a escuchar la palabra del Señor.
Me enseñan unas fotos de una dama elegante, enfundada en vestido “animal print”, quien el pasado sábado en la parroquia que se encuentra en Las Animas, de Xalapa, acudió creo al bautizo de una chiquitina… y me acordé de lo que me decía mi esposa, de que dicha moda le parecía “sensual y hasta salvaje”, por la secuencia gráfica…
La dama “Leopardo” iba acompañada de un distinguido panista coatepecano quien al parecer, se le atravesó una mujer de excesivas curvas que lo distrajo lo suficiente para que su acompañante, cual felino, lo sorprendiera…
Rápida como Leopardo, la dama se retiró ante lo que consideró un insulto por la mirada desviada del político, quien a paso no tan veloz como el gran minino, intentaba alcanzarla…
Esperemos que el delegado la haya alcanzado y ahora sí, como quien dice, hasta haya logrado obtener a su “fierecilla domada”.
Pero insisto… la moda “animal print” llegó para quedarse un buen rato y una recomendación para Cuevas Melo: nunca agarres de la cola al leopardo, pero si la agarras ¡nunca la sueltes! porque si no, te muerde.
La mujer se viste unos jeans, una blusa naranja y un saco así como zapatillas tipo “leopardo”.
¡Guapa!
Es la moda y de seguro ha de haber visto a varias damas vestirse así, selváticas, leopardezcas.
Si nos referimos a una traducción simple de “animal print”, pudiera decir que es “estampado animal” aunque lo más (ab)usado sea la imitación de piel de leopardo.
Hasta el momento, no he visto a una dama vestir como cebra, como tigre, como vacas, como jirafa, como dálmata (y no cuenta “Cruela De Vil”)…
Refiero a estos animales porque son los que tienen una piel vistosa y singular…
¿Qué es lo que hace sensacional esta moda que igual la veo en vestidos, faldas, blusas, bolsas, mascadas, abrigos, zapatillas y demás accesorios que lucen las mujeres?Le pregunto a mi mujer el porqué le gusta esta moda.
¡Por su elegancia! responde de inmediato.
Después agrega que también le parece sensual y hasta salvaje, agresivo… ¡creo que tengo una leopardo en mi casa!
Entusiasmada, me cuenta que vestir pieles era sinónimo de poder en reyes, incluso personas ostentaban éstas colgadas en paredes como una demostración de fuerza, sagacidad o valentía. En los años 40 del siglo pasado, en las damas, los abrigos de piel representaban grandeza y poder económico. Una década después, era un “must” para la mujer que quería ser “respetada” y “reconocida” por su glamour. En los 70, el “animal print” ya era popular.
Actualmente, entre las bondades de esta moda es que no requiere del sacrificio de animales para su manufactura, pues son telas de diversa naturaleza… menos de animalitos… al menos en las que usa mi mujer…
Así que no me extraña ver damas “animal print” en la plaza, en Palacio de Gobierno, en Palacio municipal, en el Congreso local (siendo Olga Lidia Robles Arévalo quien más gusta de ello) ¡y hasta en la misma Iglesia!
Pero no, lector, no… quítese de su mente a un sacerdote o monja con hábitos de leopardo, no… me refiero a los feligreses (¿o “feligresas”?) que acuden a escuchar la palabra del Señor.
Me enseñan unas fotos de una dama elegante, enfundada en vestido “animal print”, quien el pasado sábado en la parroquia que se encuentra en Las Animas, de Xalapa, acudió creo al bautizo de una chiquitina… y me acordé de lo que me decía mi esposa, de que dicha moda le parecía “sensual y hasta salvaje”, por la secuencia gráfica…
La dama “Leopardo” iba acompañada de un distinguido panista coatepecano quien al parecer, se le atravesó una mujer de excesivas curvas que lo distrajo lo suficiente para que su acompañante, cual felino, lo sorprendiera…
Rápida como Leopardo, la dama se retiró ante lo que consideró un insulto por la mirada desviada del político, quien a paso no tan veloz como el gran minino, intentaba alcanzarla…
Esperemos que el delegado la haya alcanzado y ahora sí, como quien dice, hasta haya logrado obtener a su “fierecilla domada”.
Pero insisto… la moda “animal print” llegó para quedarse un buen rato y una recomendación para Cuevas Melo: nunca agarres de la cola al leopardo, pero si la agarras ¡nunca la sueltes! porque si no, te muerde.
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