Las autoridades locales de Veracruz señalaron que el caso estaba cerrado. Los miembros de un cártel habían confesado uno de los crímenes más tristemente célebres del estado en meses recientes: los asesinatos de tres fotoperiodistas y de la publicista de un periódico.
Sin embargo, tan pronto se anunciaron los arrestos, el miércoles, comenzaron a surgir dudas, empezando por la más obvia. ¿Por qué los siete sospechosos, aprehendidos por cargos de posesión de drogas y armas, admitirían espontáneamente delitos mucho más graves, en este caso cuatro asesinatos brutales?
México se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer la profesión de reportero, con el estado de Veracruz como la zona cero, de acuerdo con grupos de protección a los periodistas.Pese a las promesas del Gobierno de que tales homicidios no quedarían impunes, sólo ha habido unos cuantos arrestos en casos prominentes en el transcurso de los últimos años, por lo común acompañados de evidencias débiles.
Al tiempo que ha aumentado la violencia entre cárteles en disputa en Veracruz durante el último año, nueve reporteros y fotógrafos han sido asesinados en el estado, lo que coloca presión sobre las autoridades locales para resolver los crímenes.
Durante una rueda de prensa para dar a conocer los arrestos, el miércoles, el Procurador de Veracruz, Felipe Amadeo Flores Espinosa, anunció que las autoridades estatales también habían resuelto un segundo caso, el asesinato de Víctor Baez, un reportero de notas policiacas.
La aseveración parecía igual de cuestionable. Flores Espinosa dijo que los testigos del secuestro de Baez identificaron a dos hombres que murieron en un tiroteo con fuerzas de seguridad, seis días después, como los mismos que habían plagiado al reportero.
No obstante, el Procurador no dio explicaciones sobre cómo es que la Policía se las había ingeniado para relacionar los dos hechos delictivos.
«Las autoridades federales dicen que las confesiones no tienen valor, que carecen de detalles procesables», externó Mike O’Connor, representante mexicano del Comité para la Protección de Periodistas, con sede en Nueva York.
«No hay escena del crimen, se dio a conocer el lugar donde fueron encontrados, pero no en dónde fueron asesinados, ni el arma ni el móvil».
En cuanto a por qué los sospechosos admitirían matar y descuartizar a las víctimas, Connor preguntó, «¿les suena la palabra ‘tortura’?
De acuerdo con Flores Espinosa, el avance en la investigación se dio cuando marinos arrestaron a Juan Carlos Hernández Pulido, mientras vendía droga en un estacionamiento, dentro de su vehículo.
A bordo del auto, junto con los estupefacientes y armas, había una identificación a nombre de Ana Irasema Becerra Jiménez, la publicista de un periódico local. El cuerpo de la mujer fue hallado en mayo junto con los de los tres fotoperiodistas, Guillermo Luna Varela, Gabriel Hugo Córdoba y Esteban Rodríguez Rodríguez.
Hernández Pulido dijo a los investigadores que su jefe y otro capo de la droga «habían asesinado a varios reporteros», aparentemente en represalia por el asesinato de otros periodistas a manos de un cártel rival.
Desconfían de arrestos en Veracruz
Reforma/ NYT News Service
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