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    Roberto Morales Ayala

    Zona Franca

    Muy probablemente al procurador de justicia del estado, Amadeo Flores Espinoza, no le agrade el título de la columna, igual quizá ni le importe. Sin embargo, valga la expresión para llamarle la atención porque incurre en una reprobable falta de respeto cuando se refiere por sus alias a los periodistas que fueron ejecutados por cárteles del narcotráfico que operan en territorio veracruzano.
    Si soterradamente, y no abiertamente como lo hacía su antecesor, Reynaldo Escobar, trata de decir que hay periodistas que están involucrados con el crimen organizado, es mejor que hable claro y, para seguridad de los veracruzanos, que los persiga y les aplique la ley.
    Pero, criminalizar desde el poder, apoyado en la verdad parcial de quien detenta el control del Ministerio Público, media verdad al fin, es un acto de alta inmoralidad pública.
    Veamos por qué.
    Hace un par de días, don Amadreo, como lo bautizó el periódico Notiver, convocó a los medios de comunicación, se situó frente a ellos, engoló la voz y les dijo a secas: con la detención de integrantes del Cártel de Jalisco Nueva Generación, se aclaró la muerte violenta de cinco periodistas en Veracruz.
    El procurador dio detalles y se reservó información que pudiera ser clave para hacer creíble la versión sobre la muerte de esos cinco comunicadores. Dijo, por ejemplo, que Isaías Flores Pineda, alias El Cronos y/o El Rayito y/o El Maníaco, presunto jefe de plaza en Veracruz y Boca del Río, tenía vinculación con 36 crímenes cometidos en la zona conurbada en los últimos ocho meses.
    Hasta ahí, el procurador iba bien. Luego comenzó a descomponerla.
    “Entre ellos —agregó—, los asesinatos de Ana Irasema Becerra Jiménez, quien laboraba como publicista en el periódico El Dictamen; Guillermo Luna Varela, reportero gráfico de la página de internet Veracruz News y del periódico la Voz del Sureste; Gabriel Huge Córdoba, alias el Mariachi, y Esteban Rodríguez Rodríguez, alias El Furcio, quienes habían sido fotógrafos del periódico Notiver y del Diario AZ, respectivamente”.
    El Procurador explicó que junto con Isaías Flores Pineda, alias El Cronos, también fueron detenidos Claudia Medina Tamariz, César Tejeda Moreno, Pablo Arrieta Andrade, alias El Güero y/o Jaiba; Pedro Temiz Zapot, alias El Perri; Javier Benítez Grajales, alias El Morro Chemo, y William Malpica, alias El Mochis”.
    La captura de estos individuos, según Flores Espinoza, permitió seguir una línea de investigación hacia Juan Carlos Hernández Pulido, alias “La Bertha”, a quien se le encontró una serie de documentos de la publicista Ana Irasema Becerra Jiménez —una credencial del diario El Dictamen con fotografía; una credencial del IFE; dos credenciales de las tiendas departamentales “Liverpool” y “Fábricas de Francia”, una credencial de banco “Inbursa”—, así como dos credenciales más con el mismo nombre y con la leyenda de “Andrea”, además de una fotografía ovalada.
    Esa serie de investigaciones, de acuerdo con la versión del procurador veracruzano, llevaron a la identificación de los presuntos asesinos del periodista Víctor Manuel Báez Chino, director del portal informativo Reporteros Policíacos y fotógrafo colaborador del diario Milenio Xalapa. Se trata, según don Amadeo, de otros sicarios de la banda denominada Zetas: Juan del Ángel Torres y Daniel Reynoso Hernández, a quienes “testigos presenciales” identificaron como quienes lo privaron de su libertad y presumiblemente lo mataron.
    “Estas personas fueron abatidas por fuerzas del orden en un enfrentamiento que tuvo lugar el 19 de junio, en la avenida Américas esquina Laureles, de la capital del estado”, resumió Flores Espinosa.
    La historia contada por el procurador de Veracruz presenta flancos débiles. Dice en un punto clave que los delincuentes detenidos mataron a los reporteros Huge, Luna y Rodríguez, porque éstos “habían sido los causantes de la muerte de otros periodistas, asesinados por la organización delictiva autodenominada Los Zetas”.
    Independientemente de que en los hechos se acredite o no la culpabilidad de Huge, Luna y Rodríguez, el tratamiento que el procurador Felipe Amadeo le da al caso y, sobre todo, a los periodistas refleja escasa moralidad pública. A dos de ellos los llama por su alias, por su apodo: Gabriel Huge Córdoba, alias el Mariachi, y Esteban Rodríguez Rodríguez, alias El Furcio.
    Flores Espinosa se refiere a ellos como si lo hiciera con delincuentes, como si hablara del “Chapo” Guzmán, del “Negro” Durazo, del “Señor de los Cielos”, de “La Barbie”, de “El Azul”, de “El Indio”, de “La Reina del Pacífico”, del “Z-40”, de “El Mayo” o de “El Lazca”.
    Si se trataba de criminalizarlos, a partir de la hipótesis de que ellos —Huge, Luna y Rodríguez— “habían sido los causantes de la muerte de los otros periodistas, asesinados por la organización delictiva autodenominada Los Zetas”, que Flores Espinosa lo diga abiertamente, con datos, con fechas, con razones o sinrazones.
    Pero lo que resulta inadmisible es que un procurador busque darle sustento a la coartada oficial tildando a quienes hoy no tienen forma de defenderse y los categoricen con sus apodos, tal como se hace referencia a los delincuentes cuando se rinde un parte policíaco, militar o naval, o cuando se les presenta a los medios de comunicación, o cuando se les consigna ante el Ministerio Público o a un juez.
    Criminalizar a periodistas ha sido una constante en el régimen que encabeza Javier Duarte de Ochoa. El antecesor de Amadreo, Reynaldo Escobar Pérez, no tuvo empacho en señalar que la periodista Yolanda Ordaz de la Cruz, reportera policíaca del diario Notiver, había sido asesinada, no por su trabajo sino por vínculos con el crimen organizado.
    Pero, cuando menos, Reynaldo Escobar lo dijo de frente, asumiendo las consecuencias, que a la postre fue uno de los ingredientes para determinar su salida de la Procuraduría de Veracruz.
    Felipe Amadeo Flores Espinosa, alias Amadreo, lo hace de pasada, refiriéndose con apodos a los periodistas Huge y Rodríguez, colocándolos en el mismo nivel de los delincuentes comunes o en el de los capos del crimen organizado.
    Hacerlo así lo rebaja, le resta autoridad moral y lo expone, claro, a ser tratado en la misma forma.
    Si a don Amadreo no le gusta su alias, que no se lleve. (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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