Salvador Muñoz
Los Políticos
“Yo deseo”… sí, así iniciaba la magia en aquellos cuentos fantásticos de Genios atrapados en lámparas o botellas, según el narrador, fuera en “Las Mil y Una Noches” o con los hermanos Grimm.
Mi acercamiento a los Genios mitológicos se dio en mi juventud, cuando en las ansias de saber todo, un día descubrí que aquellos seres fantásticos, bondadosos, ofertores de tres, dos o un deseo, no eran como me los pintó la literatura…
Para algunos, el Genio o Djinn, no era más que una entidad del desierto, un pequeño duende, un demonio o como quiera interpretarlo, que hacía pasar las de Caín a los viajeros con los famosos espejismos que les brindaba creer ver oasis o en el otro extremo, ver bellas mujeres inalcanzables por más que corrieran hacia ellas.
No sé cómo o por qué, los hermanos Grimm encerraron a uno de estos seres en otro recipiente que no fuera la clásica lámpara… recuerden “El Genio en la Botella”.
En dicho cuento, el ingenio se impone al genio.
En pocas palabras, un joven leñador se encuentra una botella y ante las súplicas del interno, quita el corcho y libera a un genio, quien le agradece y advierte, que no obstante haberlo ayudado, tendrá que matarlo. El joven le dice que no cree que el ser pequeñito que estaba en la botella sea el gigante que pretenda eliminarlo, por lo que le pide, para aclarar sus dudas, que se meta de nuevo a la botella y sólo así, accederá a su muerte. Orgulloso, el genio entra y es atrapado por su soberbia. Suplica su liberación a cambio de un obsequio: una tela de dos colores. Por un lado, todo lo que toque se hará de plata; por otro extremo, lo que toque, sanará. El final del cuento es que el joven saca de la pobreza a su padre y él se vuelve un exitoso médico.
Sí… uno quisiera encontrarse a veces a un genio en una botella, pero la literatura y la mitología a veces se quedan cortas con la realidad.
Un padre encuentra a su bebé muerto en una botella…
No hubo necesidad de frotar o destapar la botella porque era evidente que ningún genio iba a salir de ella.
Para más, los únicos que salieron fueron los médicos residentes a quienes utilizaron como chivos expiatorios… ¿de qué?
No, acá no hablamos de negligencia médica porque sencillamente no conocemos la historia clínica del bebé así como la de su madre, simplemente nos avocamos a algo tan simple como la entrega de un bebé muerto en una botella lo cual, creo que a todos, nos parece fuera de lógica, ética y sentido común, sin ser médico.
Culpar a los residentes es fácil, pero bastaría con preguntarse quién fue el genio que estaba al frente de ellos y qué genio dio la orden para que se embotellara a un bebé.
El asunto es que, sin querer, sin destapar la botella ni frotar lámparas y sin un “Yo deseo”, Carlos Rodríguez Castro, padre del bebé embotellado, sacó, no a un genio, sino una serie de irregularidades que reina en el Hospital General de Veracruz, de manera particular y en lo general, en el Sector Salud.
Primero, la forma en que hacen de los médicos residentes culpables; segundo, la ausencia de equipo para tratar el cuerpo de un bebé; tercero, irregularidades que citaron los residentes como ausentismo de médicos durante las guardias en las noches así como influyentismo para que trabajen sin ser “especialistas” algunos médicos… entre otras…
Si bien hay que reconocer el esfuerzo del DIF estatal por brindar apoyo a la pareja de padres ante lamentable pérdida, habría que pedirle al Gobernador Javier Duarte un deseo… que al menos investigue las condiciones de los hospitales del Sector Salud pero no en boca de su titular o de la complicidad de sus directores, sino de quienes realmente hacen milagros con lo poco que tienen o les dan para hacer su trabajo…
Obras son amores y no buenos deseos… y no se necesita ser un genio para saberlo y mucho menos para olvidarlo.
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