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    Salvador Muñoz

    Los Políticos

    Explicarle a mi sobrino de siete años la ausencia de Santa Claus en mi infancia, es muy sencillo: El señor no había abierto sucursal en México. A cambio de ello, veía a mis primas y tías arrullar al Niño Dios y a veces, verlas ahuyentar a Pancha, la gata negra de casa, que hacía del Nacimiento un lugar perfecto para dormir.

    El Nacimiento era una obra de arte hecha por la Güera, mi prima, que hacía del aluminio ríos, y de un espejo, un enorme lago donde patos y gansos lo disfrutaban. Había pastores con su rebaño de ovejas por todos lados y un pesebre donde no había más personajes que los precisos: José, María, un Ángel, un buey, un burro y arriba, la estrella de Belén esperando al Niño Dios.

    Sí, no había Santa el 24, pero en el firmamento, en la noche, le digo a mi sobrino, siempre aparecían tres enormes estrellas en fila que me advertían de la cercanía del seis de enero, ¡los reyes magos! Y en esos tiempos, no importaba mucho qué pidiéramos en esa carta depositada en un zapato porque al final, nos traían lo que querían, pero tampoco importaba… la expectación siempre era extraordinaria.

    II

    La señora Marilú es una mujer extraordinaria. Ella personalmente, dos o tres veces por semana (bajo el riesgo de quedarme corto), va a la Central de Abasto en Xalapa donde más fiel que Penélope, la espera un diablero (de los que traen Diablito) y la acompaña a hacer las compras. Marilú escoge personalmente la mercancía… y una vez que regresa al restaurante El Zacahuilt, inicia la magia… ¡la señora tiene magia en sus manos!

    Por Marilú, volví a tomar el gusto por el zacahuil, ¡qué delicia de platillo huasteco el que prepara!

    Esta Navidad la Mujer me sorprendió con la cena… ¡del Zacahuilt de Marilú! Sería mucha mi presunción si le digo los platillos y no sé si peque de indiscreto, pero me cuenta la Mujer que junto con Marilú, intervino en la elaboración de la cena, una de sus hijas, Iraís Morales Juárez… ¡tampoco les cuento del recalentado!

    En serio, cada vez que como en El Zacahuilt, ganas me dan de meterme hasta la cocina ¡y besar las manos de la señora Marilú, porque son mágicas, como la cena de este 24.

    III

    El Guadalupe-Reyes lo habíamos iniciado con el pie derecho con Nina y Lucky. Cuando oyeron las detonaciones, su mayor intriga era saber de dónde provenía el ruido. Se quedaron quietos avistando de un lado a otro en actitud de alerta, pero no demostraban temor… y seguimos paseando como si nada… eso fue el 12 de diciembre.

    Allá por el 21 ó 22 de diciembre, dos niños (omito decirles “imbéciles” para no incurrir en violencia infantil) activaron cerca de la cochera de la casa, unos juegos pirotécnicos que si bien, no detonaban, producían un silbido agudo al elevarse por los aires dando giros mientras sueltan luces. Nina y Lucky entraron en miedo. La descripción de los “niños” me la da la mujer. Los identifico: Son los mismos que molestan a perros y gatos de la calle y también a las arañas. Los mismos que me gritan sandeces cuando paso. Los mismos que azuzan a una perra vecina aventándole objetos hasta que los mandé a la chingada (espero que ello no conlleve a la violencia infantil) para que salieran huyendo entre las sombras.

    Y el 23, mientras doy la vuelta por el parque con Nina y Lucky, veo a una familia al otro extremo, entrar al área verde… padre, madre y su hijo, de entre 6 y 8 años… el señor arroja ese objeto que da vueltas lanzando luces y silbidos y truena… Nina y Lucky se inquietan y empiezan a ladrar; trato de calmarlos hincándome y abrazándolos, pero un segundo tronido los agita más. Buscamos el sentido contrario al trío de imbéciles (espero no incurrir en violencia familiar) y una vez lejos de ellos, Nina y Lucky se tranquilizan.

    Yo no sé si el operativo implementado por el Ayuntamiento contra la venta de pirotecnia haya funcionado o no hubo imbéciles en el vecindario que los arrojaran… al menos esta Navidad no hubo tanto ruido ni estallidos cerca de casa y el parque amaneció limpio de basura de este tipo… ahora, a esperar que el 31 de diciembre nuestro fin de año esté libre de mi “violencia infantil y familiar” y Nina y Lucky como otros canes, no tengan que sufrir la euforia imbécil de quienes celebran con el miedo de otros.

     

    smcainito@gmail.com

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