Elena Córdova Molina
Luna Nueva
Esta semana inicio el Censo de población y vivienda 2020. Mismo que comienza el 2 de Marzo y culmina el 27 de este mismo mes y año. Por primera vez, en este ejercicio estadístico se hará la siguiente pregunta: “Por sus costumbres y tradiciones, ¿se considera usted afromexicano, negro o afrodescendiente?”.
Expresa el gobierno que la intención es poder medir con más precisión cómo se desarrolla la vida de este importante sector poblacional que no es menos, pues se calcula que existen al menos un millón 400 habitantes (INEGI 2015) con estas características, quienes junto con los indígenas marginados padecen la discriminación racial de manera evidente.
A la actualidad, esta misma institución oficial, señala que 1 de cada 100 mexicanos es afrodescendiente, y de ellos, 56% considera que se respetan poco o nada sus derechos, ahí la gravedad del tema.
Si se preguntan por qué inicio mi colaboración con este relevante dato poblacional, me apoyo en una investigación periodística publicada en el destacado medio español El País, de fecha 2/07/2103, por cuya importancia transcribo lo siguiente: “Hay otro México profundo, que no es el México viejo, el del altiplano y el maíz, ni el bronco y violento de tiempos más recientes. Es el de la costa del Caribe, el de la caña y el café, el petróleo y el danzón, y tiene su epicentro en Veracruz, una ciudad cuyo solo nombre evoca un mar de historias. Encrucijada del comercio global en la época colonial, fue punto de entrada de los conquistadores españoles y puerto de llegada de miles de esclavos robados a África. Llegaron encadenados en las sentinas de los barcos negreros para trabajar en los ingenios del azúcar, las haciendas y las minas. Por su condición cautiva, ocupaban una posición social inferior a la del indio y se convirtieron en los antepasados invisibles de la nación mexicana. Pero la historia es terca, el origen no miente y los afromexicanos existen. Repartidos en dispersas y pequeñas comunidades aisladas en varias regiones del país, sobre todo en el Estado de Veracruz y en la Costa Chica de Guerrero, olvidados por la historia oficial y víctimas aún de un racismo inconfesable, su mera presencia actual es una reivindicación de un pasado cultural y social que algunos antropólogos han bautizado como la tercera raíz, junto con la española y la india, del México moderno”.
Recientemente se celebró en mi querido estado de Veracruz, en la zona centro de la región costera, en localidades de afrodescendientes, los denominados Carnavales afromestizos. Año con año, estas localidades festejan alegremente sus raíces, y que son pertenecientes a los municipios de Naolinco, Alto Lucero, Actopan y Tepetlán. Aquí, la población se viste de multicolor y durante un mes aproximadamente recuerdan a sus antepasados, sus raíces; mediante bailes y eventos culturales reviviendo las tradiciones que datan de la época colonial. Así cantos, fiestas, color y sabor se funden como uno solo.
Se trata de los carnavales de Almolonga y Espinal, municipio de Naolinco; Blanca Espuma, Providencia y Cerrillos de Díaz, en Alto Lucero, Coyolillo y Chicuasen en Actopan, y Alto Tío Diego en Tepetlán.
Personalmente, en la cabecera municipal de mi querido Alto Lucero, fui testigo y participé de esa energía desbordada en bailes, máscaras , danza, movimientos, gritos, vestimentas multicolores, mientras festejaban lo que denominan como “la negreada”. Al ritmo de la música pensé, sin duda, para mí, todos somos veracruzanos.
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