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    Elena Córdova Molina

    Luna Nueva

    Alguna vez hemos escuchado la frase: “En el campo no hay días de descanso se trabaja los 365 días del año”. Efectivamente en el campo no se descansa, no hay días festivos, ni puentes, ni días de asueto.

    Gracias a la gran oportunidad que tuve de trabajar como Coordinadora Nacional del programa denominado  “El Campo en nuestras Manos”, en la SAGARPA, ahora llamada SADER,  pude conocer y aprender que el sector agrícola mexicano se divide en cuatro subsectores principales, a saber: cultivos; ganadería; pesca y acuicultura y forestal.

    Por mi origen ranchero, orgullosamente del campo del municipio de Alto Lucero, Veracruz, les digo que el sector ganadero es una de las actividades más nobles pero que exige un gran esfuerzo para tener buenos frutos.

    Por ejemplo, las vacas lecheras se ordeñan con un intervalo de 12 horas, todos los días del año y es obligado respetar los horarios para un buen manejo de este. Es una regla general,  desde luego hay variaciones que tiene que ver con la genética del animal, patrones de comportamiento, clima, tipo de pastura, cantidad y calidad, por citar algunas. Han de saber que una vaca que se deja de ordeñar se puede enfermar y tener una mala producción de leche. De igual forma, tenemos la producción ganadera, es decir el ganado que se cría, alimenta y se engorda para su venta o compra.

    Hace unos días, aquí en mi pueblo, Mesa de 24,  platiqué con un buen hombre y trabajador, César Lagunes, un ganadero de nacimiento, dedicado por completo a la cría, engorda y venta del ganado. Y con profunda tristeza, me confiesa que son “tiempos malos, tiempos duros” pues dice que les afecta el alza del precio del bulto de alimento. Por otro lado, está entrando la temida seca, la temporada de estiaje, la falta de agua, que toca año con año. Para ayudarse, los ganaderos tienen que comprar pipas de agua, para darles de beber a sus vacas.

    Para ahorrar un poco, los ganaderos en mi pueblo y casi en todo el estado, donde hay ganado lechero y de producción, la hacen de veterinarios para curar a sus animales; son contadores para administrar, mecánicos para arreglar sus vehículos, agricultor para resembrar el pasto o cortar zacate y hacer sus pacas, meteorólogo para esperar la lluvia, y economista para saber si es buen tiempo para vender o esperar a que suba el precio del ganado.

    Y lo más duro, se convierte en un involuntario carnicero, pues cuando la sequía se pone muy dura, y antes de que sus vacas bajen de peso y el precio de la carne, tienen que sacrificar su ganado que tanto procuraron para comercializar la carne, venderla en canal y ganarle un poco más que si la vendieran en pie. Esta es la realidad que impera en el campo, en la ganadería veracruzana.

    Por último, les comento que a pesar de todo esto, y la falta de apoyos por parte de las autoridades federales y estatales, nuestro querido Veracruz sigue siendo el estado con el mayor hato ganadero del país. Qué irónico, ¿verdad?

    Como decía mi padre “Cuando la necesidad casi te mate, que el orgullo te levante”.

    Entonces, aquí, estamos hablando del orgullo ganadero.

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