Teresa Carbajal
Debo no niego; pago lo justo
La publicidad engañosa, las malas prácticas comerciales y la pasividad de las autoridades encargadas de la vigilancia de éste sector, han contribuido al empobrecimiento de quienes en busca de una opción de financiamiento rápido caen en manos de casas de empeño que operan de modo irregular.
La lógica de obtener liquidez a través de un empeño, consiste básicamente en que a cambio de un objeto de valor te otorguen un préstamo inmediato sin mayores requisitos.
La prestación de los servicios de las casas de empeño se encuentra regulada por la Ley Federal de Protección al Consumidor, para su operación realizan contratos de mutuo (préstamo) con interés y garantía prendaria; mas de ningún modo se les permite realizar operaciones de compraventa simuladas con el pignorante (quien acude a empeñar) a fin de asegurarse prácticamente el despojo del bien, haya o no cumplido el dueño de la prenda con el pago pactado.
Lo agresivo de su publicidad consiste en la promesa de dar dinero sin tener que dejar el bien empeñado, a diferencia de lo que por tradición sería un empeño, cuya característica distintiva es: dejar la prenda.
Así le sucedió a “Sugey”, quien ante la baja de ventas en su negocio y la falta de capacidad económica para responder a sus acreedores, fue ‘atrapada’ por la publicidad engañosa de una casa de empeño que le ofrecía dinero a cambio de su auto, con el beneficio de no dejarlo y seguir usándolo.
Al cabo de un par de atrasos, el auto le fue recogido sin su consentimiento; pues el día del empeño, se le hizo firmar un pagaré por el importe de la deuda, un contrato de compraventa en donde se simulaba (porque no fue así) que ella vendía su auto por la cantidad que le fue prestada, -una cantidad ridícula desde luego comparada con el valor del auto-, y además un contrato de comodato en donde le “prestaban” el auto propiedad ahora de la casa del empeño, con la facilidad de recogérselo en cualquier momento y sin previo aviso…
Así, Sugey perdió dos autos, las mensualidades pagadas y se quedó de brazos cruzados sin nada que alegar, pues al recibir el dinero, también entregó la tarjeta de circulación y endosó la factura. Dejando además en poder de éste el pagaré firmado, adeudo que pudiera serle reclamado de manera posterior en juicio mercantil como una obligación de pago diferente.
La falta de regulación y supervisión de las autoridades como la Profeco permiten o facilitan la operación de este tipo de negocios que son todo, menos empeños; y si antes con la austeridad tuvieron recortes que la dejaron menos funcional de lo que ya era, no le quiero contar como están ahorita con la pandemia, seguramente también en el búnker.
Mejor tenga cuidado y por favor infórmese, lea, asesórese antes de firmar, por mucha urgencia que tenga.
¡Nos veremos ya pronto!
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