Más bien era una especie de placebo en la que me refugiaba en mis días perdidos, en los días donde la inconsistencia mental hacia mella y me partía en dos sin apenas darme cuenta, eran aquellos días en las que surcaba de una forma clandestina los límites de la inconciencia. Me perdía en los lineamientos de una intangible realidad a la que según ¡yo era la correcta!
Y nuevamente me extraviaba, quedaba vacío referente a este contexto, una situación somera que invariable hacía y deshacía ante un ente que asemejaba un muñeco de trapo desarticulandolo a diestra y siniestra sin encontrar un rumbo fijo.
¿Por qué será que los seres humanos mantenemos una inquebrantable oposición con nosotros mismos?
Nos centramos únicamente en hablar de los males y atamos nuestras vagas esperanzas a sueños irrealizables y no nos percatamos que nuestro triunfo es en base a nuestras capacidades.
Buscamos dentro de espejismos nuestro porvenir, el que no nos pertenece, pero la obstinación es más grande que la verdad. Y me despido de esta manera:
“todo va a estar bien”
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