Felipe de Jesús Fernández Basilio
Desde A Janela
El pasado 11 de noviembre se conmemoró el centenario de la firma del armisticio que puso fin a las hostilidades en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial y con ello a casi todo el conflicto armado, ya que a excepción de los Balcanes en donde continuaron griegos y turcos las acciones bélicas unos años más, la guerra internacional terminó casi seis horas después de la firma del referido documento.
Firmándose el armisticio en un vagón de ferrocarril en el bosque de Compiègne en Francia, vagón que era de un tren destinado para uso del comandante supremo de las fuerzas de la entente en el frente occidental el mariscal francés Ferdinand Foch y que de muchas maneras simboliza lo que fue el fin de esa guerra, la dureza con que se trató a los vencidos y las consecuentes ganas de revancha que este trató dejó en los mismos.
Ya que si nos detenemos en la historia particular del mencionado vagón encontraremos algunas analogías con los hechos históricos que en él se llevaron a cabo, así como de las consecuencias que éstos dejaron en las naciones involucradas.
La primera de esas analogías la encontramos en el uso del vagón en sí mismo como sede de la firma del armisticio, ya que ello reveló tanto la urgencia por cesar las hostilidades, ya que hasta ese momento no se había visto una mortandad tan grande como la que hubo en la guerra de trincheras de Bélgica y Francia, en donde morían o quedaban incapacitadas de por vida miles de personas para ganar solo unos cuantos metros de terreno; así como el deseo por parte de los vencedores de humillar lo más posible a los derrotados ya que en lugar de celebrar la firma en algún edificio, condujeron a los altos dignatarios del entonces recién Eximperio Alemán (acababa de caer dos días antes por una revolución) a un vehículo de campaña en donde se les hizo suscribir las condiciones más duras posibles para su país y las cuales serían empeoradas el año siguiente en los tratados de paz celebrados en Versalles.
Las siguiente de las analogías mencionadas las encontramos en el uso que posterior a este evento se le dio al vagón y este consistió en exhibirlo como signo de superioridad por parte de los vencedores, principalmente los franceses, sobre los alemanes y es así como esas naciones se condujeron al final de la Primera Guerra con respecto a una Alemania que desarmaron, mutilaron y endeudaron con el pago de onerosas reparaciones de guerra y con ello se siguió cultivando tanto en Francia como en Alemania la famosa “enemistad hereditaria” entre ambas naciones.
Enemistad que nos lleva a la siguiente analogía y ésta se da en el marco de la siguiente guerra mundial, misma en la que el vagón de Compiègne volverá a tener un papel protagónico pero a la inversa debido a que en los vencedores de antes fueron los humillados de ese momento y ello fue así porque el 22 de junio de 1940 se firmó un segundo armisticio en ese mismo vagón, el cual por órdenes de Hitler fue puesto en el mismo lugar que en 1918 para devolverles el golpe a los franceses a quienes les ocuparon dos terceras partes de su país y colocaron en el resto a un gobierno títere de la Alemania Nazi y posterior a ello el vagón fue trasladado a Berlín para ser exhibido como trofeo de guerra y de superioridad frente a los franceses, es decir se satisficieron momentáneamente los ánimos de venganza de los alemanes y con ello el dictador cumplió su principal promesa, la cual consistió en vengar la afrenta de 1918, ya que no olvidemos que los tratados de Versalles fueron el principal caldo de cultivo para el régimen Nazi y del rencor, la humillación y la pobreza que éstos dejaron en Alemania se valió el dictador para llegar al poder con la promesa de vengar todas la afrentas y devolverle a Alemania su grandeza y por supuesto que los franceses y su vagón eran claves para la grandeza del Tercer Reich.
La última analogía la encontramos precisamente en el desenlace de la historia del vagón y éste consiste en que cuando cambió el giro de la guerra y Alemania fue invadida por los aliados, el vagón fue trasladado por los SS a un túnel en Turingia y en marzo de 1945 fue destruido por estos mismos y aunque algunos veteranos de la SS alegaron que el vagón se perdió en los bombardeos, estas explicaciones nunca fueron aceptadas por los investigadores y la analogía consiste en que así como fue destruido el vagón también fueron erradicados los deseos de guerra y enemistad entre franceses y alemanes, siendo reemplazada la famosa “enemistad hereditaria” por la mayor alianza que a la fecha existe en Europa y que es el pilar de lo que hoy se conoce como la Unión Europea, ya que esos dos países son los fundadores de dicha Unión.
Como corolario de las analogías en la historia del vagón tenemos que una vez que Alemania se reunificó fueron halladas partes intactas del vagón original como el emblema de la compañía ferroviaria y fueron devueltas a Compiègne para incorporarlas a otro vagón del mismo tren, el cual ahora es símbolo de paz y de amistad y en el que ambas naciones conmemoran lo contrario a lo que representó el vagón original.
Twitter: @FelipeFBasilio
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