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    Ángel Lara Platas

    Como espíritus atormentados que penan por doquier, las huestes de Andrés Manuel no tan solo están tomando calles sino también centros comerciales, instalaciones televisivas y oficinas de algunos diarios en el país.
    Ahora envuelto en su capa de batalla, encabeza algo que parece una larga galería de fantasmas que rondan en el recuerdo de las urnas electorales. Para AMLO su campaña no ha terminado, continúa. Lo que no queda claro es contra quien compite.
    Sus declaraciones ante la prensa son escandalosas, incitan al desorden y la violencia.
    Otra vez, como hace seis años, va con todo contra las instituciones electorales. Las acusa de omisas ante el supuesto fraude y la compra de votos.

    No se salvaron de sus ofensivos calificativos los millones de mexicanos que no votaron por él.
    El tabasqueño acusa y difama al Instituto Federal Electoral y al Tribunal Electoral, por no reconocer el triunfo que en las urnas no obtuvo. Sabe perfectamente que perdió frente a Enrique Peña Nieto. Por más que asegura tener las pruebas del fraude, hasta el momento no las ha mostrado.
    Los orígenes de su inconformidad suenan falsos y rapantes. Las palabras que pueden leerse en su frente son las de la incitación y la desestabilización social. Más que demostrar que hubo ilegalidad durante el proceso electoral, pretende crear la malévola percepción en sus seguidores –más bien devotos-, de que deben enfrentarse a todo lo que está establecido, así dañe a México.
    No quiere darse cuenta que sus arrebatos también están provocando serias molestias en sectores importantes del perredismo nacional. Los gobernadores que por el PRD resultaron triunfadores, no tan solo están en desacuerdo con los caprichos de su derrotado candidato presidencial, sino que cada vez son más frecuentes los mensajes de desaprobación de esa estéril lucha contra los resultados de una elección que, en las urnas y en los órganos electorales, aprobaron sus propios representantes. Es más, no hay escritos de sus representantes mencionado violaciones significativas al código el día de la jornada electoral. Al menos nadie los ha puesto a la vista de todos.
    Andrés Manuel actúa como si en sus bolsillos llevara los apetitos y los odios del mundo.
    Sus frases como lava saliendo de su boca, pueden echar a perder los proyectos para el 2018 de Marcelo Ebrard. A Miguel Ángel Mancera lo haría enfrentarse a su propio discurso pacifista e incluyente. La mayoría de los diputados y senadores lo evitan volteando la cara hacia el lado contrario. El perredismo tradicional desea cerrar el ciclo de las pasadas elecciones y pasar a otra cosa. El Peje se está quedando solo y sus obsesiones.
    Aunque se aprecia una disminución ostensible en los grupos que lo siguen, todavía hay suficientes para provocar desmanes en lugares públicos. Lo que está pasando con una cadena de tiendas a las que vincula con el proselitismo tricolor, no tiene nombre. Aunque el tabasqueño niegue su participación, sus inacabables peroratas y temibles acusaciones, con nombre y apellido, mueven al desorden y la violencia.
    Recientemente, extremistas bloquearon los accesos de una de ellas, secuestrando por tres horas a 300 clientes.
    Los consumidores nada tienen que ver con los convenios o acuerdos comerciales de las empresas. Solo van a comprar y punto.
    Los órganos electorales determinarán la participación de la iniciativa privada en las campañas. Ninguna presunción debe ser motivo para agredir o provocar daño.
    Pero si de especular se trata, entonces habría que voltear a los conciertos que en plena campaña electoral se llevaron a cabo en el Zócalo de la Ciudad de México. Nadie los criticaría a no ser que el objetivo fue el apoyo encubierto a la campaña del Andrés Manuel.
    Las tocadas, eventos o festivales –como se les quiera llamar-, tuvieron un costo mayor a los 30 millones de dólares. Tan solo el ex Beatle cobró cerca de cinco millones de dólares. Y nadie ha dicho nada.
    Como aventurero taciturno, pero con el ánimo mesiánico a toda asta, el derrotado ex jefe de Gobierno del Distrito Federal no se agota al propalar que hubo compra de votos.
    Quienes tienen un criterio sólido sobre lo que es un proceso electoral, saben que la emisión del voto se da en un contexto de libre decisión. En la soledad de la mampara, el votante ,solo y sus razones, ejecuta el acto de votar sin presión alguna.
    Las pasadas elecciones fueron las más vigiladas de la historia. Ese día, los perredistas en todo México estuvieron muy atentos y nadie protestó.
    Contrario a lo que pareciera enunciar el de la “Honestidad Valiente”, ningún ciudadano mexicano cae en la clasificación de mutante, que haga las cosas por impulsos condicionados.
    Un detalle que debería tomar en cuenta el perredista, fue la actitud de Hugo Chávez. Al siguiente día que Dolores Padierna (incondicional de AMLO), expresara públicamente el apoyo del perredismo al presidente venezolano, aquel, en lugar de agradecer la cortesía amarilla, les volteó la cara al reconocer el triunfo de Enrique Peña Nieto.

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